Mi teléfono no ha sonado con ningún motivo meloso hace meses.
Me teñí el pelo innumerables veces para ver si esto cambiaba algo las cosas, intenté cambiar mi dirección, y mi forma de vestir.
Sigo totalmente sola.
Me siento los domingos en la tarde a fumar un cigarro y tomar té en el balcón.
Las miradas furtivas que antes eran amores fugaces en el metro ahora solo son regaños de mujeres que me miran con furia por que pasé a llevar sus bolsos con mis pies.
De verdad, estoy perdiendo la paciencia.
Me cambié de ciudad, de nombre y de apellido.
Cambié el tamaño de mis labios para que encajaran con los tuyos.
Modifiqué mi cintura para que tus manos la moldearan a su voluntad.
He preparado almuerzo para dos cada día del mes desde que se te quedó tu chaqueta acá,
de ese modo cuando regreses a buscarla habrá comida para ambos.
Pero ya van cuatro meses desde que tu chaqueta se quedó acá,
y algo me dice que no vas a venir por ella.
Y es por eso que estoy sintiendo la imperiosa necesidad de amar.
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