diario 10

Cuando se destapen todos mis cabales
entonces podré decir que he vuelto
por mientras solo estaré sentada
sosteniendo esta manzana mordida
y mirando las primeras hojas del otoño caer
casi casi sintiendo el invierno
y tocando con los dedos atisbos de primavera.

En esa senda curva, que queda al otro de mi destino
y que aún así me detengo a observar,
el paisaje
sus dibujos
la curvatura de unas cejas
¿sonrientes? ¿asustadas?

Camino y camino
me acompañan perros callejeros
sigo pensando en como volver a ese estado inicial
en mi angosta y tímida juventud
donde no entendía tantas cosas que hoy entiendo
y que -creo- preferiría no entender.

Por que desde que descubrí el sentido
de algo tan profundo
como hundirse en el océano más allá del triángulo de las bermudas
cuando al fin obtuve esa respuesta
fui arrebatada de tantas otras cosas que estaban en ese baúl,
dentro mío,
que ahora tengo un hueco
que no puedo,
no lleno,
y se siente frío, porque es como una ventana abierta
y tengo miedo de que algo aquí
se congele.

Historia

Se despertó exactamente a las 5:07 de la mañana
para otra vez buscar ese amuleto
que creyó encontrar en esa coraza marrón
y por si acaso no se fuera a perder
dejó su marca en algún rincón para encontrar la salida.

Se escondió más adelante en una cueva
no sé bien si estaba protegido o no
pero algo cayó sobre su cabeza
y de pronto un pensamiento rotundo le inundó la sien.

Pero para no meterse en problemas
ni salir damnificado
hizo como que no escuchó
y como que nunca encontró
el amuleto de la coraza marrón.

Así que lo botó,
por ahí entremedio de los árboles quedó tirado,
o eso creyó.

Era cierto,
la torpeza del ser humano puede ser un gran problema
porque tuvo razón al preocuparse
de que ese amuleto se quedara con el,
porque de alguna forma podría haber quedado
pegado en el zapato,
escondido en la mochila,
en el gorro,
o en el estuche de los lentes o la cámara.

Pero el no lo sabe,
y de cualquier forma,
ya no se preocupa...

Aunque a veces, en cualquier momento del día
cae otra vez en su cabeza, ese pensamiento que lo hizo esconder
ese amuleto que parece, tiene pegado en la planta de los pies.